Un hombre cualquiera, sentado en un café cualquiera, fuma y observa. Afuera la gente pasa, los clientes entran y salen, un televisor arroja imágenes. El hombre teje su propia cortina de humo frente a los acontecimientos externos. Por un momento se deja llevar y se desvanece la frontera entre el vidrio y la piel, lo externo y lo interno, el pasado y un futuro inminente.
